Despotismo Tecnificado: El poder de las islas en red y el fin de la revolución digital

El fin de las libertades sociales dejó de formar parte de una ficción distópica para convertirse en una manifestanción palpable que la humanidad está comenzando a experimentar con los cinco sentidos. El ciberespacio, que antaño representó la semilla de una revolución cultural y social, fue mutando y degenerando con el inicio del nuevo siglo hasta convertirse en una prisión ubicua cuyos tentáculos sosegaron las esperanzas de cualquier revolución humanista y libertaria.

ENSAYO23/01/2025RedacciónRedacción
Despotismo Tecnificado.

Jorge Lizama Mendoza —Comunicador Social y Doctor en Ciencias Políticas y Sociales— es un experto en cibervigilancia y hacktivismo. El medio digital que administra desde 2005, Cybermedios, es uno de los sitios referentes en habla hispana de información alternativa.

En el siguiente ensayo, Jorge Lizama expone el totalitarismo tecnológico y panóptico que la sociedad global está atravesando.

Por Jorge Lizama

En nuestros días, la mayor parte de los discursos gubernamentales, empresariales y de los medios de comunicación, se enfocan en narrar los grandes logros que la revolución digital e Internet han traído consigo. Gracias a los nuevos medios ahora se asiste a la llegada de una sociedad del conocimiento, que cuenta ya con varias primaveras árabes posibles a través de las redes sociales. Incluso se confirma la llegada de un nuevo y mejor ser humano pues ya ha nacido la generación de los “nativos digitales”, “la Generación net” y la “Generación Einstein”. Sin embargo, más allá de la simplificación del discurso hegemónico, salta a la vista que detrás de esta supuesta edad dorada para la humanidad, en el fondo se están revirtiendo las potencialidades de la tecnología digital y de Internet para imponer un escenario marcado por el control social, la explotación comercial y la pobreza cognitiva. En efecto, más que una sociedad del conocimiento, nos encontramos en una sociedad basada en el mercado del conocimiento.

Las primaveras árabes liberaron el norte de Africa para imponer nuevos gobiernos democráticos que terminaron por favorecer a las potencias económicas de siempre; en Libia, antes del declive de Gadafi, el agua era un recurso nacional y costaba 20 centavos de dólar el metro cúbico; después de la “revolución”, la compañía francesa, Veolia Water, se adueñó de uno de los yacimientos de agua dulce más importantes del mundo y ahora vende a 3 dólares el metro cúbico a los libios democratizados. A todo esto, los nativos digitales tienen poco que opinar, pues están más ocupados en comprar y lucir el nuevo modelo del Ipad que en ponerse a pensar seria y dialécticamente su entorno político-social.

Si antes, el filósofo Pierre Lew (1999), visualizaba en Internet una posibilidad de “inteligencia colectiva”, hoy está claro que se ha pasado a la etapa de la “inconsciencia colectiva”, y este cambio de condición marca un declive definitivo, sustancial, de las potencialidades de emancipación social de la revolución digital. Y si las potencialidades de emancipación social de la revolución digital están siendo pulverizadas, ¿qué queda en su lugar? Queda la era del despotismo tecnificado: oligopolios privados, dueños de la técnica y de sus insumos relacionales, como son los discursos utópicos, la mercadotecnia social, los canales de difusión-distribución, la imposición de los ciclos de vida de una tecnología, etcétera. Estos oligopolios han inaugurado una nueva lógica de ganancias basada en explotar todo lo que antes no era éticamente explotable de la información, como la privacidad del usuario, la triangulación comercial de datos personales, la fabricación controlada de disidentes al sistema, etcétera.

Una de las características más notables del despotismo tecnificado es que su desarrollo apela a la manipulación de escenarios intangibles en el campo de la tecnología digital, entre los cuales destacan el vender utopías falsas, imponer un nuevo imaginario de lo que debe ser Internet o degradar implícitamente las capacidades informacionales de los usuarios.

Computopía: La ideología vendida como utopía

En Ideología y utopía: Introducción a la sociología del conocimiento (1997), Karl Manheim marcó la diferencia entre los conceptos de ideología y utopía; la ideología, que busca preservar el orden social imperante, es propuesta por las clases dominantes y hegemónicas. En cambio la utopía, entendida como la transformación estructural de dicho orden social imperante, es puesta en acción por las clases excluidas y contraculturales. Es decir, existe un proceso histórico donde dominantes (ideología) y dominados (utopía) luchan entre sí en una espiral dialéctica.

Desde sus orígenes, Internet ha integrado esta lucha entre ideología y utopía; por ejemplo, al primer intento formal por parte de Estados Unidos para comenzar a controlar la red a través de la Ley de Decencia en las Comunicaciones (1996) se opuso la Declaración de Independencia del Ciberespacio (1996). A los sistemas operativos propietarios y de alto costo, como Windows y MacOS, se opuso el movimiento de software libre y la creación de GNU/Linux. Al inicio de la censura de información en varios sitios Web, se opusieron los distintos servidores y redes alternativas de información como la Electronic Frontier Foundation, Xcess4all o Peace.Net. Sin embargo, a partir del presente siglo el despotismo tecnificado ha decidido cambiar la estrategia de lucha. En vez de seguir involucrándose en la dialéctica entre ideología contra utopía, optaron por crear sus utopías; con esto, lograron ser depositarios históricos no sólo de la ideología sino también de la utopía. Así pues, oligopolios como Facebook, que se apropia legalmente de los derechos de propiedad de toda la información que publican sus usuarios, puede ser al mismo tiempo el epicentro para exigir democracia y libertad en las primaveras árabes.

Este giro histórico, que reconfigura notablemente la literatura sobre el concepto de utopía, marca también el inicio de un market mentality destinado a inocular un pensamiento único en la manera de pensar la Internet, que deviene en una utopía degenerada. Así pues, en el campo de la utopía degenerada Google es presentado como una especie de ONG de la sociedad del conocimiento, pues a través de sus servicios se accede a la sociedad del conocimiento (buscador de Google), a tener contacto íntimo con los seres queridos (Gmail) o a echar un vistazo a la “aldea planetaria (Google maps)”; todo de manera gratuita, pues el eslogan de la empresa es “Don’t Be Evil”.

En el discurso de la utopía degenerada no existe espacio para advertir que Google ha hecho de sus usuarios el producto con el que genera ganancias al lucrar con la triangulación de información y privacidad de sus datos:

  • que veta de las búsquedas en su navegador a todas aquellas empresas periodísticas que han demandado a la empresa por “tomar prestado” para Google news sus noticias.
  • que ha querido escanear todo el conocimiento del mundo no para ponerlo generosamente al servicio de la humanidad, sino al servicio de todos los que estén de acuerdo en acceder a él a través de sus aplicaciones y aguantar su publicidad relacional.
  • que la innovación de alta tecnología que presume Google en el fondo ha sido comprada a ya más de 40 empresas entre las cuales sobresalen Blogger (creación de blogs), Pica- sa (archivar fotos en la web), Android (software para dispositivos móviles), Youtube (videos online), Where2 (el actual Google maps)… Más que “Don’t Be Evil”, la frase debería ser “¡Don’t Be Cinic!”.

Islas en red: De la diseminación a la concentración de información

Desde sus orígenes Internet cuenta con una característica que complica notablemente su control en las esferas empresarial o gubernamental:

La diseminación de la información: Una diseminación que al partir de distintos sitios Web, plataformas, entornos de comunicación, lugares y usuarios, es difícil de ubicar y administrar. Ante esta situación, el despotismo tecnificado ha optado por impulsar la siguiente utopía degradada: imponer el pensamiento unidimensional que las empresas controlan. Si se acepta la metáfora de observar Internet como un vasto océano para navegar y descubrir continentes de información, entonces se puede decir que el despotismo tecnificado ha decretado censurar el mapa y a cambio sólo presentar a las islas más publicitadas de su propiedad como el único destino válido por visitar.

Las islas que se han convertido en todo Internet son:

  • Google
  • Youtube (propiedad de Google)
  • Yahoo
  • Facebook
  • Twitter

En el paraíso de las islas en red casi nadie ve o quiere ver que estas empresas, como señala Briggs (2010: 34): “han creado bodegas de contenido sin crear contenido en lo absoluto”. Nadie tampoco se quiere percatar de que todas promueven una evangelización de la comunicación continua -el perpetuo presente, la novedad y la inmediatez de la información- en detrimento de otros procesos cognitivos más complejos, basados en la correlación, la evaluación y la historicidad a largo plazo de la información. Por su parte, los entornos de comunicación que también forman parte de Internet, como los foros de discusión, los newsgroups, los mundos virtuales, los MUDs o las redes “peer2peer”, han sido prácticamente anulados del mapa. Para usar una metáfora, se puede decir que en la utopía degradada de las islas en red todo el mundo disfruta sus playas privadas y nadie ve que la tarjeta de crédito ya se venció hace mucho. Lo importante es la promesa del aquí y ahora, ser “socialité” de esta nueva Internet abaratada.

Desde la llegada de esta nueva estrategia del despotismo tecnificado, a nadie le interesa saber que las publicitadas islas en red -todas monopolios privados de Estados Unidos- sólo logran acceder al 20 por ciento de toda la información que hay en Internet, que el otro 80 por ciento está perdido en la llamada Web Profunda (Deep Web) y los dominios “.onion” (dominios que “San Google” ni siquiera indexa). Que en la Deep Web uno puede tener un mail completamente anónimo y privado, incluso sin seguimiento de dirección IP (TORMail); que se puede acceder a numerosas fuentes primarias, en estado puro, de información periodística como las que se encuentran en los binarios de Usenet o las bases de datos completas del sitio Cryptome -el Wikileaks original que decidió nunca ser mediático ni plegarse a las líneas editoriales de diarios como Le Monde Diplomatique, El País o Washington Post, como sí hizo Julián Assange con Wikileaks-.

Usuarios "wanna be": El auge de la comunicación jiberizada

Antes de la llegada del despotismo tecnificado, un usuario medianamente avanzado de Internet tenía que desarrollar varias habilidades informáticas para producir y difundir contenidos: desde compilar programas en GNU/Linux hasta saber lenguaje html para hacer sus páginas Web. Este perfil de usuarios estaba integrado tanto por los profesionales del medio como por todos aquellos amateurs que por libre decisión querían aprender más del universo digital. La importancia, tanto del usuario profesional como del amateur, radica en que al procurar estar bien informados y ser informacionalmente hábiles, no son sectores sociales fáciles de persuadir y controlar mediante el discurso de las islas en red.

Ante este escenario adverso, el despotismo tecnificado ha impulsado el crecimiento de un sector social de usuarios que durante mucho tiempo estuvo en el más completo olvido: el usuario “wanna be”. El usuario “wanna be” no sabe nada de la historia y los distintos entornos de comunicación que articulan la intenet, tampoco es experto ni amateur en el rubro de la apropiación social de la tecnología. Sin embargo, busca cambiar su condición de "analfabeto digital" a "nativo digital", “Generación net” o “Generación Einstein” , inscribiéndose a las fórmulas light que le ofrece la utopía degradada; ahora sólo es cuestión de comprar una tablet y abrir una cuenta en Facebook para convertirse oficialmente en ciudadano de la sociedad del conocimiento.

Quizá esta sea la estrategia más compleja del despotismo tecnificado; degradar implícitamente las capacidades informacionales de sus usuarios y, al mismo tiempo, equilibrar el vacío inyectándoles grandes dosis de signos de identidad y narcisismo para que no se quejen, para que crean que ellos y sus acciones son el epicentro de Internet. Sin duda, un claro ejemplo de teoría de usos y gratificaciones que está produciendo todo un ejército de usuarios que no sólo no va a cuestionar nada de las utopías degradadas del despotismo tecnificado, sino que las van a alimentar y defender, pues es a través de ellas lo que está en juego su identidad y autoestima digital misma: Cualquier usuario “wanna be” se molestará cuando le digan que los 300 likes que tiene en Facebook no sirven para nada; o se indignará cuando le adviertan que en Twitter, como bien señala Pretelín (2012: 61): “de tanto escribir 140 caracteres llegará el momento en que no se pueda pensar, sin metáforas lúdicas, más de 140 caracteres”. Y si en un primer momento el despotismo tecnificado ha seducido a los usuarios “wanna be” a través de las fórmulas de los signos de identidad y el narcisismo, en un segundo momento está sumando otra capa de control definitivo al orillarlos a consumir exclusivamente comunicación jibarizada:

"...saturación informativa, obsesión por la inmediatez; tablets, smartphones, wifi, Twitter, Facebook, SMS, Whats- App, Google, PowerPoint. Los contenidos son instantáneos, sensacionalistas, emotivos, huecos. Todo lo que no cumple con estas premisas es apartado de la agenda. Estamos tan ocupados, distraídos o abrumados por la información que nos llega que resulta difícil darnos cuenta de la forma superficial y “jibarizada” que adopta y del modo en que influye en nuestra manera de consumirla e interiorizarla. Resultado: destierro de la profundización, pérdida de la capacidad autónoma de reflexión, incapacidad para la elaboración independiente de conclusiones y, por último, ausencia de una mirada crítica de los acontecimientos (Serrano, 2013: 23)".

La agenda oculta de esta comunicación jibarizada, caracterizada por su desprecio a los procesos cognitivos de orden superior (analizar, sintetizar y evaluar la información), busca que las luchas dialécticas que están decidiendo de manera estructural la libertad de Internet le sean prácticamente invisibles al usario "wanna be". Por lo tanto, no tiene idea de la tecnología Digital Rights Management (DRM) impulsada por Apple, Sony y Microsoft para controlar y limitar la reproducción de las canciones, videos y películas que están hospedadas en Internet. No sabe tampoco que el futuro de la web estará soportado por el HTLM5 y que Google, Netflix, Microsoft y Apple están presionando al consorcio que desarrolla dicho lenguaje a que incluya unilateralmente candados de protección anticopia para sus productos digitales. Menos sabe que la Unión Internacional de Telecomunicación contempla regular y segmentar el ancho de banda de Internet para ofrecer a futuro paquetes de contenido Web como pasa en la TV de paga…

Nada de eso importa, lo importante es que el like 301 acaba de llegar…

Cajas negras: Los nuevos grilletes digitales

Una verdadera utopía de la revolución digital que no tiene nada que ver con las utopías degradadas del despotismo tecnificado, es la adopción generalizada del principio de neutralidad tecnológica (tech neutrality). Es decir, que el usuario pueda examinar, evaluar, modificar, asociar y actualizar a su conveniencia las partes blandas (software) y duras (hardware) de sus equipos informáticos. En este sentido, la neutralidad tecnológica es requisito indispensable para el desarrollo real y no ficcional de la sociedad del conocimiento. El escenario opuesto a la neutralidad tecnológica (tech neutrality), es la caja negra (blackbox): paquetes de software y hardware cerrados que no permiten examinar, evaluar, modificar y actualizar sus componentes, con lo que promueven un alto índice de usuarios informacionalmente incompetentes a la vez que altamente dependientes de las actualizaciones forzosas que marca el mercado.

Con la llegada del despotismo tecnificado, los grandes oligopolios de la tecnología digital han apostado a la estrategia empresarial de volver a cajanegrizar (blackboxing) todo, por ejemplo:

  • a nivel de hardware, los equipos exacerbadamente publicitados como Tablets, Ipads, Ipods y Mac Books, son paquetes cerrados que no permiten al usuario apelar a su derecho de neutralidad tecnológica.
  • por el lado de la parte blanda (el software) la mayoría de estos equipos cuentan con un sistema operativo altamente restrictivo al software foráneo, que además obliga al usuario a correr solamente programas y/o archivos que hayan sido directamente descargados y/o comprados de sus tiendas online, como Itunes, Google play, Amazon o Apps Store.
  • escandalosamente, hasta en los cables de los productos (que anteriormente se caracterizaban por ser un estándar tecnológico) existe una severa política de “cajanegrizar” todo lo que le pueda dar una mínima libertad al usuario; el cable HDM3 para conectar equipos como Ipads, Tablets y Macs a una pantalla plana, es publicitado como el futuro para la transmisión de imagen en alta resolución, pero lo que nunca se informa es que el HDMI está diseñado para impedir a los usuarios hacer copias de cualquier contenido audiovisual que pase por él.

A fin de reforzar ideológicamente esta nueva era de grilletes digitales, el despotismo tecnificado ha decidido nombrar a los fabricantes de cajas negras como los creadores de la revolución digital. Así pues, Apple es presentada como una empresa revolucionaria y de alta innovación a pesar de que en sus orígenes robó a Xerox y a IBM elementos para “innovar” su sistema operativo; a pesar de que a lo largo de su historia ha sido una de las compañías más contrarias al tech neutrality y a pesar de que hoy todos sus equipos integran el chip DRA/I para controlar, desde los intereses del mercado a los contenidos audiovisuales que puede o no puede ver el usuario. En este contexto, es evidente que el despotismo tecnificado no quiere publicitar a los personajes históricos que estimulen en los usuarios la disparatada idea de la neutralidad tecnológica.

Cuando murió en octubre del 2011, Steve Jobs, fue elevado de inmediato a una categoría cercana a la de el “Jesucristo de la tecnología” por parte de los medios de comunicación. Sin embargo, poco importó saber que ese mismo mes y año también murió Dermis Ritchie, el creador del lenguaje de programación C y del sistema operativo UNIX; aportes que no sólo se ciñen al principio de neutralidad tecnológica, sino que han sentado las bases estructurales para el desarrollo de prácticamente todos los sistemas operativos de la actualidad, incluidas las familias de MacOS que Apple publicita y vende como si fueran innovaciones originales. En la ilógica lógica del despotismo tecnificado, Steve Jobs es considerado un "dios de la tecnología” gracias a su talento en la venta de cajas negras. Por su parte, Dennis Ritchie es considerado una figura perfectamente olvidable gracias a sus principios de neutralidad tecnológica y de compartir gratuitamente con los demás sus conocimientos.

Panóptico 2.0

Más popularidad y conectividad a cambio de menos privacidad y libertad

En Vigilar y castigar (1986), Michel Foucault redefinió el concepto de panóptico y lo presentó como la capacidad de poder vigilar y controlar a un gran número de personas desde un único sitio y con un número mínimo de vigilantes. Dicha vigilancia puede ser impuesta de manera forzosa (el caso de las prisiones) o de manera subrepticia (sin informar claramente de su existencia). El concepto de panóptico es de importancia para entender cómo el despotismo tecnificado ha impuesto un panóptico 2.0 de impacto anytime/anywhere, y que además logra invertir sus mecanismos ideológicos de aceptación de la vigilancia; ya no tiene que forzar o engañar a nadie, ahora es el usuario de Internet el que día a día regala todos datos sensibles: número telefónico, número de la tarjeta de crédito, profesión, proyecto de vida, aficiones, amigos, lugares que frecuenta, etcétera.

En este contexto, que también pudiera definirse como “Caballo de Troya 2.0”, la lógica se basa en intercambiar privacidad y libertad por cuotas simbólicas de popularidad y conectividad en las islas en red. En Facebook, el panóptico más grande que ha existido en la historia de la humanidad, se compilan al año cerca de 3 mil millones de imágenes de los usuarios;

  • quizá por eso la empresa no borra de sus bases de datos la información de los usuarios que deciden darse de baja.
  • quizá por eso la empresa ha intentado patentar una tecnología para reconocimiento facial 3D a partir de imágenes fotográficas.
  • quizá por eso a través de la estrategia militar Cyber 3.0 la empresa está “obligada” a abrir todos sus archivos a la inspección del Departamento de Defensa de Estados Unidos
  • quizá por eso desde sus orígenes la empresa ha estado financiada con capital de riesgo de la CIA a través de empresas como In-Q-Tel o Greylock Venture Capital.

Agreguemos;

  • que las islas en red operan en conjunto y que Google pide ahora el número de teléfono y el nombre real para otorgar cuenta de mail.
  • que Youtube deja un rastro de todos los videos que se visualizan.
  • que acceder a Twitter desde smarthphones deja rastro de la posición GPS desde donde es enviado el tuit o que Paypal (propiedad de Peter Thiel, socio y cofundador de Facebook) ha almacenado millones de números de cuenta de tarjetas de crédito.

…Se tiene un sistema de televigilancia que no sólo se concentra en media docena de oligopolios estadounidenses, sino que en su ubicuidad y market mentality supera por mucho al Big Brother descrito por Orwell en 1984.

No obstante, falta sumarle el señuelo de la llamada computación en la nube (cloud computing), basada en ofrecer servicios, aplicaciones y hospedaje de información en Internet, como Google docs, Windows Sky- drive, DropBox y Box.Net. La utopía degradada que la computación en la nube vende a los televigilados es la siguiente: “cómprate una caja negra, conéctate a las islas en red y gana en comodidades; ya no más software a instalar ni discos duros para respaldar, nosotros nos ocupamos de todo”. En tanto que la agenda oculta es: “renuncia para siempre a tener tu propia información bajo tu control, vuélvete brutalmente dependiente y deja que las islas en red apliquen/almacenen todo por ti; así podrán controlar, explotar, inspeccionar, censurar, borrar y hasta usar en tu contra tu stock de archivos en caso de que algo no les guste”. 

Conclusiones

Los intentos por controlar la revolución digital siempre han existido; desde la nacimiento mismo de Internet se han implementado luchas dialécticas entre quienes buscan monopolizar el medio y quienes buscan mantenerlo libre y accesible a los demás. Empero, con la llegada del despotismo tecnificado parece ser que la lucha dialéctica se ha extinguido definitivamente; la dialéctica ha muerto al punto que hoy no se percibe en el horizonte a ningún actor o escenario social con el peso suficiente para encamar una oposición estructural al nuevo poder.

Los sectores históricamente llamados a oponer una mayor critica y proceso evaluativo al tipo de revolución digital que se está imponiendo (como las universidades públicas, los intelectuales, las asociaciones civiles, las ONG, los periódicos de izquierda, los colectivos anarquistas, etcétera), han preferido cerrar los ojos y disfrutar sin remordimientos de las fantasías germinadas por las islas en red. Así pues, la era del despotismo tecnificado tiene visos de ser impostergable, inevitable y de largo plazo; por ello, cabe preguntarse: ¿Qué hicieron los distinto oligopolios privados, los dueños de la técnica y de sus insumos relacionales para anular en esta ocasión a su antítesis histórica?

La hipótesis indica que a diferencia de otros tiempos, caracterizados por la imposición pública de regulaciones jurídicas (el modelo lineal de acción-reacción), ahora se apeló al uso de una estrategia donde las utopías degradadas, las islas en red, la condición “wanna be”, las cajas negras y el panóptico 2.0 convergieron en la construcción de un enorme e intangible market mentality (el modelo sistémico donde el todo supera la suma de las partes). Ciertamente, la seducción mental, de impacto ubicuo, se sirvió de factores ideológicos, identitarios, narcisistas, publicitarios, generacionales, mercadológicos, tecnológicos, etcétera, para pulverizar poco a poco la capacidad crítica del “ciudadano” de la “sociedad del conocimiento”.

En una época donde los años que vienen serán los años dorados del despotismo tecnificado y donde los actores de alternancia han sido seducidos, sólo queda la opción de denunciar al sistema sirviéndose de sus propias herramientas. En este sentido, a continuación se propone un manifiesto contra el despotismo tecnificado realizado bajo la lógica del TOP 10 (los 10 mejores trending topics, los 10 mejores smarthphones, las 10 cuentas de Facebook con más seguidores…) que tanto gusta a la comunicación jibarizada.

"EL PODER NO ES UN MEDIO, ES UN FIN"

Fragmento de la película 1984 basada en la obra de George Orwell.

Manifiesto contra el depotismo tecnificado

  1. Más que una sociedad del conocimiento, el despotismo tecnificado ha decretado una sociedad basada en un mercado del conocimiento
  2. En el discurso de las utopías degradadas, oligopolios como Google, Youtube, Yahoo, Facebook y Twitter son presentados como ONGs de la sociedad del conocimiento.
  3.  La “Generación net” ha sido violada y obligada a prostituirse como la “Generación Ipad”.
  4. Los usuarios “socialité” de las islas en red tienen estrictamente prohibido aventurarse a las aguas de la Web profunda.
  5. El despotismo tecnificado sabe bien que es invisible a los ojos de la comunicación jibarizada.
  6. En la red abaratada, los likes en Facebook han sido decretados como más importantes que la defensa del principio de tech neutrality.
  7. A las redes sociales se les ha concedido la libertad de simular Primaveras Árabes, pero no la libertad de diagnosticar su propia alienación a las islas en red.
  8.  El Caballo de Troya 2.0 puede ser alimentado día a día con tan sólo 140 caracteres de información.
  9. Las cajas negras y el cloud computing no hacen mejores usuarios de tecnología digital, pero sí mejores oligopolios de control y televigilancia.
  10. En un futuro cercano, el despotismo tecnificado generará a nivel mundial todo un ejército personal de usuarios “wanna be” que no tendrán el más mínimo polvo de capital crítico-histórico sobre Internet.

Ensayo publicado orginalmente en el medio de comunicación CYBERMEDIOS de Jorge Lizama en el año 2013.

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