
Con el correr de las décadas y los avances tecnológicos imponiendo nuevas reglas de juego en las redacciones y estudios de los medios de comunicación, el oficio considerado el benefactor público de la verdad, lejos de reinventarse hasta alcanzar un nuevo cénit, ha degenerado hasta convertirse en una mercancía confeccionada en una monstruosa maquinaria de industria cultural. Por esta razón, es menester comunicar el estado agónico en el que pervive el periodismo en los tiempos que corren.